Extracto del libro “Fracasa, fracasa de nuevo, fracasa mejor” por Pema Chödrön

Si hay una habilidad que no es practicada mucho, pero realmente es muy necesitada es saber cómo fracasar muy bien. El arte fino de fracasar. Hay mucho énfasis en tener éxito. Y aún si creemos en la popularidad del éxito o no, todos queremos tener éxito, especialmente si consideramos al éxito como “que las cosas resulten como yo las quiero.” Y sabes que salió bien porque se siente bien en el estómago y en el corazón. Así que fracasar, en esa definición, es que no funcionó o no salió de la manera que tu querías. Y justo en fracasar es en lo que no recibimos mucha preparación para saber manejar.

Así que fracasa, fracasa de nuevo, fracasa mejor. Es como nos volvemos buenos a mantener la pureza de la vulnerabilidad en nuestro corazón. O como te vuelves bueno en “darle la bienvenida a lo no bienvenido.”  La cual es una frase del fundador de Passage Works, una empresa que lleva educación contemplativa a las escuelas primarias. Darle la bienvenida a lo no bienvenido.

Aceptar el fracaso por lo que es

Una de las cosas que quiero decir acerca del fracaso es que se siente en carne viva. Creo que la cosa más significativa acerca de ello es que usualmente pensamos que es algo que nos sucede afuera de nosotros.  Que no podemos crear una buena relación, o que terminamos una relación de una manera dolorosa, o que no podemos encontrar un buen trabajo, o que perdemos el trabajo que tenemos. O que no logramos sacar la calificación que queremos, o cualquier cosa que no sale en la manera que queremos nos hace pensar del fracaso como algo que nos sucede. Y generalmente hay dos formas en cómo lo manejamos. Le echamos la culpa a alguien o algo – la compañía, nuestro jefe, nuestra pareja, quien sea. Nos alejamos de la herida abierta, de poder sentir lo puro de la vulnerabilidad en nuestro corazón, al culpar en alguien más.

La otra que suceden muy comúnmente, es probablemente inherente a cualquier manejo que queremos hacer, nos sentimos mal acerca de nosotros mismos, y nos ponemos la etiqueta de ser “un fracasado”.  Tenemos esta emoción que hay algo que está fundamentalmente mal en nosotros. Creo que es justo esto en lo que necesitamos mucha ayuda: esta emoción de sentir que hay algo mal en nosotros, y que nosotros somo el fracaso porque una relación no está funcionando, o porque el trabajo no es bueno, o cualquier oportunidad echada a perder.

Encontrar la Oportunidad en el Fracaso

Una de las muchas maneras de ayudarte a encontrar eso es preguntarte ¿qué es lo que realmente está pasando cuando hay un fracaso? Como dice la frase en “Ulysses” de James Joyce “los errores son llevan a descubrimiento”. Aunque el no uso la palabra “fracaso”, usó la palabra “error”. Los errores pueden ser los portales del descubrimiento. En otras palabras, los errores son el portal a la creatividad, aprender algo nuevo, o tener una vista fresca en cosas.

¿Te podrías permitir a ti mismo sentir lo que sientes cuando las cosas no salen bien o cuando las cosas no salen como esperabas o ansiabas que salieran?

A veces experimentamos las expectativas fracasadas como un corazón roto o como decepción, y a veces sentimos rabia. El fracaso, o que las cosas no salgan como queremos no se siente bien, eso es seguro. Pero en ese momento, en vez de ponerte la etiqueta habitual de “un perdedor” o “un fracasado” o pensar que hay algo mal en ti, podrías desarrollar una curiosidad para comprender lo que está pasando. Y es aquí donde tu educación resulta una herramienta.

Solamente recuerdas que nunca sabes a dónde te va a llevar algo. Busca volverte curioso acerca de las circunstancias externas y cómo te impactan, notando qué palabras salen de tu boca y cómo es tu discusión interna, ya que esto es la clave. Si quieres sentirte realizado, ser genuino, y no pretender que todo es de una manera u otra pero puedes mantener la complejidad de la vida en tu corazón, esta es la oportunidad donde desarrollas tu curiosidad de ver qué es lo que está pasando y encontrar la historia que te estás contando. Entonces no compras las historias en las cuales culpas a alguien más. Y tampoco compras las historias en las cuales te culpas a ti mismo.

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